Muralla Nazarí en el Alto Albaycín

Colaboradores del estudio de Antonio Jiménez Torrecillas

Frente a la colina de la Alhambra y del Generalife, el cerro de San Miguel enmarca el último tramo del valle del Darro y de su Vega. Se trata de un paisaje absolutamente próximo y vinculado a la ciudad, natural y salvaje a la vez, pero convertido en espacio residual, casi marginal, en el que se acumulaba toda clase de basura y escombros. Es también un espacio de transición hacia la ciudad nueva, una ciudad hecha de casas adosadas que toca levemente, en medio de su desorden, los restos incompletos, fracturados de la muralla nazarí.

El vacío del Cerro de San Miguel es una articulación entre dos territorios, una loma desnuda que cargada de tiempo y de historia, vincula la ciudad a su geografía. Los que representaba un límite defensivo y organizativo de la ciudad, ha cambiado por completo de significado y, sin embargo, sigue sirviendo como guía de lectura de un modelo urbano. El proyecto preserva este paisaje, necesario para la comprensión de la ciudad en la estructura montañosa que la determina, acometiendo una limpieza conceptual y física de su entorno. Para ello, se sustituye la acumulación de desechos por plantaciones de pitas y chumberas, restaurando también la fachda de la Ermita de San Miguel Alto y mejorando las comunicaciones que la conectan con la ciudad: se restaura el empedrado en aquellos tramos donde existía, se emplea un pavimento blando de tierra apisonada en las zonas carentes de pavimentación, y se resuelven mediante escalinatas de piedra los tramos de mayor desnivel.

En la nueva muralla, un sencillo apilamiento de lajas de piedra dejan, al disponerse unas sobre otras, una serie de mínimos huecos aleatorios que, desde el interior, permiten volver a mirar la ciudad. Una mirada contemporánea, fragmentada y cambiante que recrea la visión que se tiene desde las celosías de la Alhambra. Una colocación natural y respetuosa de la nueva arquitectura junto a la antigua que garantiza, de alguna manera que las ciudades puedan seguir enriqueciendo y construyendo activamente su tradición arquitectónica.

©Antonio Jiménez Torrecillas